lunes, 10 de junio de 2013

Crónica de un Pasado Oscuro (27 de Febrero 1989)

Parque Los Caobos
           

           Lunes, Seis de la mañana, hay que levantarse temprano para ir al trabajo en el camino me encontré una compañera, logramos montarnos en una buseta  que estaba repleta de pasajeros, pese a ello pudimos subir. Guindando en la puerta así llegamos a nuestro  trabajo, (Banco Italo Venezolano, C.A. ubicado en la avenida Urdaneta para ese entonces)  una experiencia poco envidiable ya que el peligro de caer en el pavimento con un frenazo o una parada brusca nos dejaría sin aliento.  Al llegar, un jefe (Carvahal) que nos habían colocado nuevo nos llamó la atención, porque no habíamos ido el día anterior por problemas de transporte, ya que se fraguaba o era el l comienzo de un paro de transporte. A eso de la tarde en la oficina nos llegaban rumores que el ambiente en la calle no era muy bueno, alguien comentaba  se agudizo el paro de transporte, en vista del miedo que nos invadía le dijimos a nuestro jefe que nos íbamos ya que en el sector donde vivíamos era muy peligroso. A partir de ahí comienza nuestra historia nos fuimos a pie desde la avenida Urdaneta recorriendo, Carmelitas, Miraflores, Avenida Sucre a los largo de nuestro camino vimos personas angustiadas, con caras preocupadas de  pasos rápidos, dispersas por todos los rincones de las calles y alguna comentando en voz alta que habían saqueos. Había policías por todas partes y nosotras caminando y corriendo buscando un atajo para llegar a nuestro hogar, sudorosas y jadeando de tanto correr nos sentamos  a descansar al pie  de las  escaleras de una casa de un  barrio que le bordeaba una corriente de agua turbia. De lejos podemos divisar que parte la avenida sucre   y la pasarela que conduce al 23 de Enero estaba bloqueada por agentes policiales y se oían disparos. Asustadas  con el corazón en la mano por el miedo que nos sorprendiera un tiroteo en medio de la  calle, descansábamos y corríamos. Tuvimos suerte, un amigo en un carro nos aventó  hasta nuestro destino. Ya en casa estaba más  segura. Por la noche se desato la furia de la gente que vivía en los cerros. Negocios, fabricas, empresas fueron saqueadas y luego quemadas durante la noche, puede ver como se consumía un edificio de cinco pisos luego de ser saqueado y ardió en llama toda la madrugada. La angustia y la zozobra reino en la  obscuridad, se oía el bullicio y los  gritos desesperados de las personas que formaban parte del alboroto, efectivos de los cuerpos de seguridad sin mediar palabra alguna, disparaban para dispersar la muchedumbre iracunda por saquear un abasto de los chinos, que por muchos años prestó sus  servicios todo esto lo podía observar desde mi ventana con la mirada cómplice de  mis familiares.

        Al amanecer  en medio de un silencio mañanero me asomo a la ventana y veo como personas  salida de todas partes se encaminaban acompañadas para ir a Catia, y luego venían con cualquier tipo de línea blanca montado sobre sus  hombros, hombres con cortes de carne arrastrándolas  y descuartizándola por todo el camino dejando una estela rojiza  a su paso.

      Al bajar al pasillo del edificio ya algunos vecinos habían subido colchones, camas, muebles y pare de contar. Pude observar  como el Barrio la Silsa  una muchedumbre de hombres, mujeres y niños subían y bajaban, cargando sobre sus espaldas bolsas de comidas, aparatos y cualquier cosa que les fuera útil para apaciguar sus descontentos. Bajo esta película, el telón se iba cerrando poco a poco al caer la tarde. A eso de la seis el gobierno nacional anuncia un toque de queda (suspensión de garantías constitucionales), donde el pueblo quedaba acorralado entre el silencio y el acoso de los efectivos y guardias nacionales que amedrentaban y amenazaban la vida de la población.

        En la noche la indignación y el desespero de algunos actores adversos al gobierno, desde la platabanda de los edificios lanzaban piedras a las patrullas que vigilaban para mantener el orden, demostrando sus descontentos. Este hecho provocaba a los funcionarios que disparaban hacia el edificio.
         
          Esa noche a través de mi ventana, pude sentir de nuevo la ansiedad que se apoderaba de mí ser, vivía en el piso 10 de un edificio del 23 de enero, compuesto por tres bloques en uno. A eso de las 10:pm a 11:00pm  a unos metros de las adyacencias del edificio en frente se podía observar un terreno con poca vegetación que parecía una plaza, esta se formaba por la calle de la zona “F” con la zona “E” dibujando una U , ahí camuflageado con la escasa grama y la penumbra de la noche se encontraban apostado un centenar de guardias nacionales apuntando sus fal (Fusil de asalto ligero) hacia la fachada de nuestro edificio, tanques de guerra acampados en la calle. Despavorida dejaba de asomarme ya que si seguía en la ventana disparaban sin medir las consecuencias. Me acostaba y cuando lograba en medio de la agonía, conciliar algo de sueño era despertada por ráfaga de tiros que pegaban del concreto de las paredes, sobresaltada me tiraba al suelo viendo el destello de las luces que alumbraban el cuarto y arrastrándome llegaba a la puerta para salir al corredor, vivía con mis hermanos y todos salíamos de los cuartos, en medio de la noche solo oían  las ametralladoras por horas, mas de una vez encontrábamos los casquetes de las balas incrustadas en las paredes débiles y en los fuertes concretos, aun hay recuerdos ingratos marcados en nuestros aposentos. Fueron muchos días que nos acribillaron nuestras noches, recuerdo un niño hijo de una amiga vecina que por asomarse en el pasillo fue muerto por un policía metropolitano que le disparo sin piedad.

© Lic. Linda C. González H.

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