Parque Los Caobos |
Lunes, Seis de la mañana, hay que
levantarse temprano para ir al trabajo en el camino me encontré una compañera, logramos
montarnos en una buseta que estaba
repleta de pasajeros, pese a ello pudimos subir. Guindando en la puerta así
llegamos a nuestro trabajo, (Banco Italo
Venezolano, C.A. ubicado en la avenida Urdaneta para ese entonces) una experiencia poco envidiable ya que el
peligro de caer en el pavimento con un frenazo o una parada brusca nos dejaría
sin aliento. Al llegar, un jefe
(Carvahal) que nos habían colocado nuevo nos llamó la atención, porque no
habíamos ido el día anterior por problemas de transporte, ya que se fraguaba o
era el l comienzo de un paro de transporte. A eso de la tarde en la oficina nos
llegaban rumores que el ambiente en la calle no era muy bueno, alguien
comentaba se agudizo el paro de
transporte, en vista del miedo que nos invadía le dijimos a nuestro jefe que
nos íbamos ya que en el sector donde vivíamos era muy peligroso. A partir de
ahí comienza nuestra historia nos fuimos a pie desde la avenida Urdaneta
recorriendo, Carmelitas, Miraflores, Avenida Sucre a los largo de nuestro
camino vimos personas angustiadas, con caras preocupadas de pasos rápidos, dispersas por todos los
rincones de las calles y alguna comentando en voz alta que habían saqueos. Había
policías por todas partes y nosotras caminando y corriendo buscando un atajo para
llegar a nuestro hogar, sudorosas y jadeando de tanto correr nos sentamos a descansar al pie de las
escaleras de una casa de un
barrio que le bordeaba una corriente de agua
turbia. De lejos podemos divisar que parte la avenida sucre y la pasarela que conduce al 23 de Enero
estaba bloqueada por agentes policiales y se oían disparos. Asustadas con el corazón en la mano por el miedo que
nos sorprendiera un tiroteo en medio de la calle, descansábamos y corríamos. Tuvimos
suerte, un amigo en un carro nos aventó hasta nuestro destino. Ya en casa estaba
más segura. Por la noche se desato la
furia de la gente que vivía en los cerros. Negocios, fabricas, empresas fueron
saqueadas y luego quemadas durante la noche, puede ver como se consumía un
edificio de cinco pisos luego de ser saqueado y ardió en llama toda la madrugada.
La angustia y la zozobra reino en la obscuridad,
se oía el bullicio y los gritos
desesperados de las personas que formaban parte del alboroto, efectivos de los cuerpos de seguridad sin
mediar palabra alguna, disparaban para dispersar la muchedumbre iracunda por
saquear un abasto de los chinos, que por muchos años prestó sus servicios todo esto lo podía observar desde
mi ventana con la mirada cómplice de mis
familiares.
Al amanecer en medio de un silencio mañanero me asomo a la
ventana y veo como personas salida de
todas partes se encaminaban acompañadas para ir a Catia, y luego venían con
cualquier tipo de línea blanca montado sobre sus hombros, hombres con cortes de carne
arrastrándolas y descuartizándola por
todo el camino dejando una estela rojiza a su paso.
Al bajar al pasillo del edificio ya algunos
vecinos habían subido colchones, camas, muebles y pare de contar. Pude
observar como el Barrio la Silsa una muchedumbre de hombres, mujeres y niños
subían y bajaban, cargando sobre sus espaldas bolsas de comidas, aparatos y
cualquier cosa que les fuera útil para apaciguar sus descontentos. Bajo esta
película, el telón se iba cerrando poco a poco al caer la tarde. A eso de la
seis el gobierno nacional anuncia un toque de queda (suspensión de garantías
constitucionales), donde el pueblo quedaba acorralado entre el silencio y el
acoso de los efectivos y guardias nacionales que amedrentaban y amenazaban la
vida de la población.
En la noche la indignación y el desespero de
algunos actores adversos al gobierno, desde la platabanda de los edificios
lanzaban piedras a las patrullas que vigilaban para mantener el orden,
demostrando sus descontentos. Este hecho provocaba a los funcionarios que
disparaban hacia el edificio.
Esa noche a través de mi ventana, pude sentir
de nuevo la ansiedad que se apoderaba de mí ser, vivía en el piso 10 de un
edificio del 23 de enero, compuesto por tres bloques en uno. A eso de las 10:pm
a 11:00pm a unos metros de las
adyacencias del edificio en frente se podía observar un terreno con poca
vegetación que parecía una plaza, esta se formaba por la calle de la zona “F”
con la zona “E” dibujando una U , ahí camuflageado con la escasa grama y la
penumbra de la noche se encontraban apostado un centenar de guardias nacionales
apuntando sus fal (Fusil de asalto ligero) hacia la fachada de nuestro
edificio, tanques de guerra acampados en la calle. Despavorida dejaba de
asomarme ya que si seguía en la ventana disparaban sin medir las consecuencias.
Me acostaba y cuando lograba en medio de la agonía, conciliar algo de sueño era
despertada por ráfaga de tiros que pegaban del concreto de las paredes,
sobresaltada me tiraba al suelo viendo el destello de las luces que alumbraban
el cuarto y arrastrándome llegaba a la puerta para salir al corredor, vivía con
mis hermanos y todos salíamos de los cuartos, en medio de la noche solo oían las ametralladoras por horas, mas de una vez
encontrábamos los casquetes de las balas incrustadas en las paredes débiles y
en los fuertes concretos, aun hay recuerdos ingratos marcados en nuestros
aposentos. Fueron muchos días que nos acribillaron nuestras noches, recuerdo un
niño hijo de una amiga vecina que por asomarse en el pasillo fue muerto por un
policía metropolitano que le disparo sin piedad.
© Lic. Linda C. González H.
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